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miércoles, 27 de agosto de 2014

entr 26 LA OBSESIÓN ESPIRITUAL Y LA FASCINACIÓN (PRIMERA PARTE)


El Espiritismo codificado por Allan Kardec y guiado por los Espíritus de la Verdad, nos enseña que no estamos solos, que hay un enjambre de espíritus alrededor nuestro, y que desde que el hombre habita en la Tierra, existen los espíritus.


Estos espíritus son los hombres que vivieron en este mundo corporal los cuales se codean con los encarnados e influyen en nuestras vidas aunque no nos demos cuenta.
Estas influencias han sido y son de espíritus amigos, familiares, protectores, o espíritus muy materializados. Y dependiendo del estado de cada persona así estará de influenciada.
Aquel que se deja dominar por las malas pasiones y pone toda su alegría en la satisfacción de los apetitos groseros, se aproxima a los Espíritus impuros, dando permiso a sus ideas. O por el contrario si tenemos ideas positivas, trabajando por el bien estarán junto a nosotros nuestros amigos y guías espirituales.


En el Libro de los Espíritus pregunta nº 459, dice:
¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones?
- “Su influencia es mucho mayor de lo que creéis, porque a menudo son ellos quienes os dirigen”.
Y en senderos de liberación / Divaldo P. Franco/Manuel P. de Miranda informa que el numero de obsesos es mucho mayor de lo que se pueda imaginar.
No pudiendo ser medida o detectada con facilidad, la obsesión domina, congregando a multitud de victimas que se dejan consumir, tanto en uno como en el otro plano de la Vida:”

Y lo cierto es que ambas afirmaciones expresan una gran realidad, que la obsesión espiritual es una enfermedad que sufre la humanidad, quizás, en la actualidad, más que nunca, afectando a multitud de seres, encarnados y desencarnados, y que puede acarrear consecuencias muy dolorosas y graves, pues, no nos quepa la menor duda, que en muchas ocasiones los humanos actuamos bajo la influencia, más o menos acusada, de entidades espirituales que se nos acercan de acuerdo con la manera de pensar y de ser de cada uno de nosotros.

Para que se pueda producir la obsesión, sea del tipo que sea, es imprescindible que haya un punto de conexión entre el obsesado y el obsesor, algo que facilite y sirva como toma de contacto entre ambos. Y este punto de conexión, siempre tiene su raíz, de una u otra forma en los valores negativos e inferiores del espíritu, es decir, en su imperfección moral.

La Tierra, por su actual estado evolutivo, es todavía un mundo de orden inferior, que denota la precariedad de las conquistas espirituales del hombre.
Una gran mayoría de sus habitantes es de una condición moral baja que, al desencarnar, continua con los mismos gustos, vicios y pasiones que tenía en la vida física.
Vivimos en este tiempo, más que nunca, inmersos en un universo en el que no hay fronteras entre la dimensión física y la dimensión espiritual, donde éstas coexisten y se ínter-penetran constantemente, produciéndose un intercambio permanente de energías, de vibraciones… en que la mente, tanto de encarnados como de desencarnados, genera constantemente pensamientos, atrayendo a otras entidades de acuerdo con la calidad moral de que se revisten los mismos y sintonizando con aquellas otras mentes que se mueven de la misma frecuencia y franja vibratoria, uniéndose dichos pensamientos, tanto si son buenos o malos, con aquellos otros pensamientos de las mismas características, que refuerzan y fortalecen, de esta forma, la psicoesfera mental, ya sea positiva o negativa, de cada uno de nosotros.

“Cuando nos estacionamos en el vicio o en la sombra, las fuerzas mentales que exteriorizamos, retornan a nuestro espíritu, reanimadas e intensificadas por los elementos que con ellas armonizan, convirtiéndose en un círculo cerrado en el que las voces y los cuadros de nuestros propios pensamientos, aumentados por las sugestiones de aquellos que se ajustan a nosotros, nos imponen reiteradas
Alucinaciones (Extraído del libro Acción y Reacción/Chico Javier- André Luiz).


Cualquier pensamiento, cualquier deseo, cualquier acción nuestra, por muy rápido que se produzca, siempre ha sido primero elaborado por nuestra mente.
Es decir, cuando realizamos cualquier acto, no hacemos sino confirmar aquello que ya existe mentalmente en cada uno de nosotros, por lo que se puede afirmar que el pensamiento expresa la propia esencia de la persona.
AUTORES: A.P.P
               A.M.G.A.
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